jueves, 6 de noviembre de 2008

CENIZAS Y NIEVE




Pluma a fuego
fuego a sangre
sangre a hueso
hueso a tuétano
tuétano a ceniza
ceniza a nieve


Hace un par de meses se presentó la exposición fotográfica de Gregory Colbert, en el Zócalo, en la ciudad de México, con exitosos resultados. Muchos fueron los visitantes y diversos los comentarios, pero muy favorables en su mayoría.
A mí me alegra que este tipo de eventos se presenten en la ciudad, pero sobre todo, que sea de forma gratuita, como fue el caso de dicha exposición. Un gran acierto, ya que de esta forma, toda la gente tiene acceso a un evento cultural, lo que está demás decir que es justo.
En lo personal, y sin importarme si el trabajo de Gregory es fotomontaje o no, a mí me parece que el señor es un artista en toda la extensión de la palabra. Logra una imbricación perfecta entre animales, personas y naturaleza, que es un verdadero deleite que entra por los ojos y recorre la sangre.
Yo, y hablo por lo que me hace sentir cuando miro sus fotografías, diría que es un poeta visual. Hay versos latiendo en sus imágenes, en las luces y sombras, en los movimientos que su lente capta al realizar sus videos. Pero sobre todo, creo que hay una filosofía muy particular de vida, muerte y dolor, que no distingue entre seres humanos y animales.


La paz, armonía y quietud que destilan sus imágenes, es algo maravilloso.
Ashes and Snow -cenizas y nieve- es el título-concepto que maneja en la mencionada exposición.
Los elementos naturales se combinan y fungen a manera de santuario. Las luces y sombras, como plegaria…
Yo sentí la necesidad de expresar en palabras-versos, muy a mi manera lo que tal vez no puedo expresar con frases sencillas y cotidianas. Por eso quiero compartirles esto…


Imbricación Sagrada.

Imbricación sagrada, mujer para la sed
seres de agua sin fronteras para el espíritu.
De agua es el amor, y de sangre sin matiz
que desbrizna sus ternuras en el aire.

Hombre-entorno, puro silencio de sol
en los desaterrados respiros de la arena.
Savia continuada en la canción sin muerte
cuando el cielo pare los latidos de las piedras.

Infinita la palabra con la que el pájaro
cabe en el hombre sin nombre,
se consagra el sigilo de la luz
cuando el viento se vuelve madre,
y padre, el derretido ámbar del horizonte.

No hay orfandad en el destierro del odio,
no hay desamparo para los ojos que amamantan al dolor
con el compás de la calma y con la ignorancia
que nos hace desconocer si los árboles nacen
a partir la tierra,
del cielo o dentro del silencio partido.

Hay anagramas consagrados naciendo de las entrañas del agua,
que explotan en el arborecer entre la vida y la muerte.


Issa Martínez
(Publicado en Alenarte Revista)

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