jueves, 2 de julio de 2009

MÉXICO: ¡ES TAN CORTA LA VIDA…!

Hay tantas cosas por hacer y la vida es tan corta…

Da tanto miedo saber que cada persona tiene sus propias necesidades y, que éstas, rigen de forma definitiva su comportamiento en y ante la sociedad y el mundo. No hay tiempo para pensar detenidamente en las necesidades de un país que parece cualquier cosa, menos un país.

Existe un comportamiento casi generalizado de prisas y enajenaciones como resultado del sobrevivir cotidiano que, cada día, nos aleja más del compromiso como jefes de familia y como participantes por derecho de un país que no termina de desarrollarse. Las luchas son constantes, sin tregua, a veces sin detenernos para percatarnos siquiera, de las personas que aplastamos en el camino como resultado de nuestra encarnada lucha por sobrevivir. Parece que la solidaridad sólo se manifiesta cuando existen catástrofes naturales, pero no ante la magnitud de la catástrofe social y política que vive nuestro México desde hace muchas, muchas décadas.

Tal vez, ante esta catástrofe, la gente ha optado por refugiarse en la religión o cambiarla y, quienes terminan decepcionados de toda religión, se acercan a “ciencias” o doctrinas de tipo natural o metafísico como el Reiki, la aromaterapia, la astronomía, dianética, yoga, etc. Y no es que estas preferencias sean malas, pero definitivamente no son la salvación de nada, más aún, algunas terminan logrando que el cuerpo humano sea como un templo de adoración y acrecientan la enajenación mental, llegando al más puro egolatrismo, donde el sentirse bien: positivo, puro, iluminado, etc., es lo único que importa. Y mientras esto pasa, la sociedad sigue su camino en soledad… y en total abandono.

¿Hacia dónde vamos como país?

En nuestro México cada día existe más hambre y pobreza, más injusticia y, la ignorancia, sigue campeando a sus anchas. Hemos aprendido a fugarnos de nuestra realidad social y ya casi somos expertos. ¡Qué importa que los artículos de la canasta básica estén por las nubes! ¡Qué importa que los programas educativos de escuelas oficiales sean una porquería! ¡Qué importa que los maestros cada día estén menos capacitados para la enseñanza! Al fin y al cabo, los ricos mandan a sus hijos a escuelas privadas y nunca saben cuánto cuesta el kilo de tortillas ni jamás hacen cola para comprarlas. ¿Qué hacen o hacemos, quienes nunca tendremos para mandar a nuestros hijos a una escuela privada? Como padres que muchos somos: ¿no es para dar miedo la incertidumbre del futuro? Y lo peor es que muchos ya no estaremos presentes, algunos habrán o habremos muerto de infartos prematuros o quizá la situación climática haya por fin explotado y el mundo sea algo inhóspito e inhabitado. ¿Cómo saberlo?

Nos está venciendo la consigna de “el que más poder adquisitivo tiene, es mejor persona”, y mientras intentamos tener más, nos olvidamos hasta de nosotros mismos, porque hemos caído en el juego que nos venden los gobiernos. Y los intelectuales, ¿dónde están? ¿Dónde los escritores y periodistas? ¿Dónde los artistas? ¿Y los maestros preparados? ¿Y los expertos en sociedad? Estúpidas preguntas, porque ya sabemos la respuesta, están en donde el mejor postor, sobreviviendo a su manera.

Somos un país donde los ideales y las buenas intenciones terminan comprándose: ¿cómo ha de cambiar así un país? Tenemos que concentrar nuestras fuerzas en educar a nuestro pueblo, haciendo acopio de cualquier cosa que se encuentre a nuestro alcance, pero no nos decidimos a empezar y, hay tantas cosas por hacer y, es tan corta la vida…

Y yo que sólo sé escribir, sin nada que me avale más allá de mi amor a las letras.

Issa Martínez
Escritora
Madre
Ama de Casa

sábado, 6 de junio de 2009

CUANDO LAS MENTIRAS MATAN

Vivir en esta país me resulta una muerte lenta y dolorosa. La pugna por ganar el voto mexicano en las campañas políticas es una lanza que me atraviesa. Escucharlos me hace sentir como una mariposa disecada, cuando ésta es traspasada por un alfiler. Al menos reconozco que dichas campañas han empezado a crearse por personas que comprenden la psicología humana y que saben explotarla. Ahora hasta los niños participan en las campañas y, ni qué decir de los artistas de televisión: actores y cantantes se han unido para ser parte de esta manipulación.

Entre promesas de lucha contra el narcotráfico, pena de muerte para los secuestradores, computadoras e inglés para los estudiantes de escuelas oficiales y pago de medicinas y atención médica, la pugna ve acercarse el día de las elecciones. Hace un par de días fui interpelada por dos mujeres que investigaban los resultados de campaña de uno de los partidos políticos.

“¿Sabe usted que nuestro diputado ha prometido dar zapatos a todos los niños de ésta Delegación?”

Se cambió la táctica, sin duda. Ahora ya no prometen una despensa y un desayuno a cambio del voto, eso se llama progreso, ¿no?

Y, claro, en esta Delegación y en la gran mayoría existen personas capaces de dar su voto a cambio de un par de zapatos para sus hijos. Especialmente cuando son familias que tiene por lo menos tres o cuatro criaturas por mantener; y que jamás podrán comprar tres o cuatro pares de zapatos juntos.

Sí, las campañas cada vez se vuelven más manipulativas. Explotan las carencias de este México sin la mayor vergüenza. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI y en un país supuestamente democrático se utilicen estos panfletos?

La corrupción sigue siendo el mayor problema de este país por sobre la delincuencia y los pésimos programas educativos. Este país debe cambiar su constitución política, especialmente la inmunidad de presidentes y mandatarios corruptos y rateros que se enriquecen a costillas del pueblo. En un país democrático no debe existir el fuero que convierte en intocables a quienes gobiernan el país. ¿Por qué ningún partido promete esto? El delito de peculio ilícito se ha comprobado durante la historia en cada sexenio y siempre ha permanecido impune. El pueblo de México necesita y quiere, que diputados y senadores deroguen de una buena vez esa ley corrupta que protege a nuestros intocables mandatarios. México quiere y necesita gente honesta para gobernar el país. Cuando esto pase, entonces, quizá, no sea necesario prometer, campaña a campaña, lo que siempre queda en promesa.

En lugar de sus campañas de proselitismo podrían gastar el dineral que eso representa en educar a la gente. La educación significa la desaparición del proselitismo y, las campañas políticas, sólo serían representadas por hechos y realidades. HECHOS Y REALIDADES son las bases para que el pueblo decida a quien otorgar su voto.

Vivir en este país me resulta una muerte lenta y dolorosa. Sí, somos como mariposas disecadas con los alfileres de las mentiras.

Issa Martínez

domingo, 18 de enero de 2009

LA INJUSTICIA PUEDE TENER DOS CARAS

Pretender ser justo, sin equivocarse, es algo sumamente difícil por nuestras características de seres humanos. Somos seres viscerales por naturaleza, y así mismo podemos amar que odiar con la misma intensidad, y así mismo podemos llorar de tristeza o de rabia, y así mismo podemos indignarnos o quedarnos impávidos.

Pocas veces nos volvemos verdaderamente analíticos antes de reaccionar y pocas veces recordamos que las monedas tienen “dos caras”: por eso nuestras emociones nos traicionan y nos llevan a desbocarnos en manifestaciones de solidaridad o de repudio.

¿Qué nos hace ser reaccionarios? Yo creo que nuestra educación moral y nuestro grado de sensibilidad, y mucho tienen que ver, también, nuestras creencias religiosas -de tenerlas-, así como nuestro propio umbral del dolor físico y emocional.

Justo ahora, al escribir este artículo, estoy obligando a mi parte reaccionaria a detenerse para poder ser más justa y analítica en un tema que tiene a casi todo el mundo indignado, la guerra entre Israel y Palestina.

Tal indignación no es para menos ante una “guerra” totalmente desproporcionada, pero me pregunto yo: ¿Existen las guerras proporcionadas? ¿Existen las guerras justas? NO, no existen. Ninguna guerra en mi opinión está justificada. Ni una sola, aunque el mundo y sus divisiones políticas se hayan formado, precisamente, a base de guerras, y con todas las muertes que esto significa.

¿Es un genocidio lo que está perpetuando Israel? SÍ, lo es. ¿Está siendo victimizado el pueblo palestino? SÍ, porque Palestina no tiene el armamento del ejército israelí. Entonces, ¿qué tinte tomaría esta guerra, si Palestina contara con el mismo armamento que Israel? ¿Sería una guerra justa? ¿Cuál sería la reacción del mundo? ¿Qué dirían entonces los defensores del pueblo palestino? ¿Qué diría el mundo si las bajas humanas fueran “equilibradas” en ambos bandos?

Partiendo de que sí me parece un crimen lo que el ejército israelí está realizando y habiendo analizado la información que “permiten” circular los medios informativos, me he obligado a ver la “otra cara” de la moneda. Ya me estremecí y lloré con la crudeza de las imágenes de las víctimas de palestina, imágenes que curiosamente son de niños en su mayoría: muchísimas imágenes y videos, y repito, casi en su totalidad de niños muertos. Pareciera que en Palestina no existen más que unos cuantos hombres adultos y una que otra mujer, y que el grueso de la población, está formada por niños.

He analizado todas y cada una de las imágenes –algunas manipuladas porque circulan desde hace mucho tiempo en Internet, desde antes de esta guerra- y, lo que encuentro, más allá de la masacre, más allá de mi parte reaccionaria que me hace maldecir al ejército israelí, es francamente espantoso, porque veo niños muertos, algunos muy pequeñitos, bebés, que son alzados como “trofeos” por hombres palestinos –que muy probablemente ni siquiera sean padres o familiares de los niños asesinados, sino miembros del ejército de Hamas-. Sí, como “trofeos”. Veo, también, un video de hombres de Hamas escudándose en niños. Y otro video en donde los ejércitos terroristas adiestran a los niños mentalmente para continuar sus pasos. Y esto me indigna tanto o más, como saber que la mano ejecutora de estos crímenes fue el ejército israelí. Pareciera, también, que todos estos niños cruelmente asesinados no tienen madre, ni una sola foto refleja la imagen de una madre y su hijo, supongo que las madres palestinas no tienen derecho a abrazar a su hijo muerto ni a manifestar su dolor.

Del 100% de las fotografías circulantes, quizá tres o cuatro fotos pertenecen a mujeres, y eso solo por deducción en cuanto a su vestimenta. Supongo, entonces, que en Palestina no hay muchas madres o seres humanos que pertenezcan al género femenino, por lo que es más fácil entender que no aparezcan fotografías de mujeres asesinadas o quizá, porque las mujeres son demasiada poca cosa para que sean sacrificadas en el nombre de Alá. O, incluso, porque el mundo no merece conocer que también las mujeres palestinas mueren.

No es desconocido para el mundo, que también existen madres orgullosas de que sus hijos sean sacrificados en el nombre de Alá, porque así fueron educadas, y así lo aceptan, sin revelarse, sin apenas dar muestras de sentir algo parecido a un sentimiento materno, pero también es cierto que no todas las mujeres palestinas piensan y sienten lo mismo.

Creo que el mundo debe intentar ver las dos caras de la moneda, es necesario dejar que nuestra parte analítica actúe. Analicen esas fotografías que circulan, porque en mi muy particular punto de vista, y por detrás de lo terrible y doloroso que pueden ser, existe un gran sentido de manipulación a los sentimientos del mundo. Insoportable para mí resulta el fanatismo y el sentido victimario manipulado. Los niños palestinos muertos, están siendo manipulados con un pestilente sentido político y religioso, de alcances, como ya lo he dicho, fanáticamente insoportables.

Y en mi opinión, también, el pueblo palestino no sólo es victimizado cruelmente por Israel con el apoyo de los Estados Unidos, sino por los propios palestinos, y esto es tan aberrante como el genocidio que indefectiblemente está perpetuando Israel.

Definitivamente creo que existen dos partes que deben ser condenadas, no solamente una –si es que pretendemos ser justos en nuestro criterio-, sin importar lo que históricamente se conoce, y por supuesto, sin valorar si es una “guerra justa o desequilibrada”. Y apreciados lectores, que “dios nos agarre confesados” ante tales manifestaciones de barbarie. Ambas igualmente repudiables, ambas dignas de denunciarse.

Sigamos siendo solidarios con el pueblo palestino, especialmente con la parte más victimizada, los niños muertos. Sigamos pidiendo firmas para que la masacre termine. Sigamos haciendo poemas que manifiesten nuestro dolor y nuestro repudio, y campañas que solo existen cuando explotan las guerras, porque al parecer sólo entonces se piensa en la Paz y, a la ausencia de ésta, se le relaciona únicamente con los tiempos de guerra.

Y cuando esto termine, y deje de quitarnos toda nuestra atención, espero que sigamos manifestándonos con la misma indignación y con el mismo ímpetu, por todos los que diariamente mueren de hambre o de forma no natural en el mundo –niños y adultos-; por la violencia de género, por la violencia que inicia en nuestra propia casa, por las violaciones a mujeres, niños y hombres, por la libertad de los pueblos, por la injusticia que se comete con las penas de muerte -en la que muchos inculpados son inocentes-, por la igualdad de género, porque acaben las manipulaciones religiosas e imperialistas, porque se prohíba la producción y comercio ilegal de armas bélicas de artillería, biológicas y químicas –principal causa del deterioro ecológico que terminamos de reforzar nosotros con nuestro comportamiento despreocupado-: porque la Paz o la ausencia de ésta, es mucho más que la guerra y exige una lucha diaria e interminable.

Pero sobre todo, manifestémonos por educar a los niños del mundo sin morales retorcidas y fanatismos, y sin sentimientos de odio heredados generación tras generación, porque ese es el primer paso que cada ser humano que habita en el mundo debe dar para que el mundo pueda cambiar, para que otros –los grandes imperios-, con meros intereses expansionistas y capitalistas, no utilicen nuestros sentimientos reaccionarios y se aprovechen de ello para sus únicos y exclusivos fines.

Issa Martínez